Terrores

Género: Narrativa

No tengas miedo, Santiago, mira, no hay nada.

Voy al clóset, lo abro,  aparto la ropa para que vea. Me siento a su lado, lo abrazo fuerte, fuerte; lo siento temblar.

Voy a dejar prendida la lámpara.

Intento levantarme y el niño  gime,  se aferra a mis brazos.

—Déjame asomarme— miro debajo de la cama, acomodo sus  pantuflas, saco la pelota. Un resplandor ilumina el cuarto y vuelvo a  ceñir su sobresalto, siento sus lágrimas en el cuello mientras  retumba el trueno. En silencio escuchamos el  aguacero,  estrujándonos. Lo arrullo susurrando,  aliso sus cabellos, lo recuesto sin soltarlo.

No hay nada, hijo, no hay nada —repito a su oído hasta que se duerme.

Me recuesto a su lado, veo la habitación apenas iluminada; la lámpara es una casita de cuento,  traslúcida, con unos conejitos en la puerta. Hundo la cabeza en su pecho, escucho los ruidos de la noche,  me aprieto a su cuerpo. Recuerdo a los hijos de Esther, que fueron asesinados; el secuestro de mi jefe,  levantado hace una semana; las fotos en los periódicos, todos los días; los  derrames de petróleo; el calentamiento global; la voz en el teléfono que exige dinero. Sin atreverme a abrir los ojos comienzo a temblar.

Fuente:

Fuente: Felipe Garrido, Conjuros, México, Jus, 2011, p. 161.

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